Esta semana se ha cumplido casi un cuarto de siglo del crimen del concejal de Ermua, cuyo martirio provocó la mayor revuelta contra ETA y empezó a escribir su fin.
El 10 de julio de 1997, un joven concejal del PP en Ermua, Miguel Ángel Blanco, fue secuestrado por un comando de ETA. Tres días después, pese a la movilización de millones de españoles alzados con sus manos blancas, fue asesinado. Murió el chaval, nació el mito.
Su hermana Marimar mantiene una llama que muchos han querido olvidar: la Fundación que lleva su nombre, autora de este emocionante texto vigente 24 años después de que, en una semana como ésta, Miguel Ángel se convirtiera en un héroe sencillo y en un mártir del horror etarra.