Las cartas tienen un halo de misterio, de tiempo encapsulado, como los mensajes en una botella que se lanza al mar. En el verano de 1997 muchísimas personas de todas las edades sintieron el impulso irrefrenable de escribir a la familia de un joven concejal del PP que había sido secuestrado en Ermua. La cruel cuenta atrás marcada por ETA llenó las calles de Euskadi y de toda España de manos blancas, de miradas llenas de lágrimas y gritos que exigían su liberación. La banda cumplió su amenaza, la indignación recorrió España como la pólvora y Miguel Ángel Blanco se convirtió en el hombre que hizo despertar a muchos de un letargo demasiado prolongado.
Aquel fue el punto de inflexión de la reacción ciudadana contra ETA. «Estas cartas son la prueba de que, con Miguel Ángel, todo cambia». María Jiménez, profesora de la Universidad de Navarra, lo asegura con la convicción que deja estar rodeada por 22 cajas de ciudadanos anónimos de toda España, otras dos cajas llegadas desde el extranjero, un par más de telegramas institucionales, desde diputaciones a parroquias y colegios y otras 9 más con firmas de apoyo.
Una muestra de este ingente material es la siguiente misiva enviada desde Sagunto a la familia Blanco.
elcorreo.com (22/06/2023)
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