Lágrimas manuscritas en el ‘garaje de Ermua’: 22 cajas de cartas para Miguel Ángel Blanco

En aquella bajera, junto al portal de su casa, Miguel guardaba sus herramientas, las que empleaba como albañil. Habían comenzado a disputar espacio a las otras pasiones de su hijo. La carretilla, el yeso y el cemento compartían techo con la guitarra, la batería, los posters de Héroes del Silencio y, más recientemente, con su maletín, el que había comenzado a emplear en su primer trabajo en la vecina Eibar tras terminar sus estudios. En julio de 1997 aquel rincón se quedó mudo. Bastaron dos tiros en la nuca. ETA acababa de asesinar a Miguel Ángel Blanco en un descampado de Legazpia. La cuenta atrás más angustiosa vivida en la historia reciente de España acababa de cambiar para siempre a la sociedad vasca y española.

La oscuridad, el silencio doloroso y el polvo que deja el tiempo tomaron aquel lugar. Hubo que hacer sitio a la solidaridad dolorosa. Las cartas de apoyo, de abrazos y consuelo con Chelo, Miguel y las dos Mari Mar, su novia y su hermana, continuaron aún mucho tiempo más. En el que terminaría siendo conocido como el garaje de Ermua las bolsas ya no daban abasto, las cajas eran insuficientes y el espacio obligaba a apilarlas. En mayo del año pasado la puerta volvió a abrirse. Allí seguían, muchas de ellas sin abrir, demasiadas como para responder, como para recordar.

elindependiente.com (22/06/2023)

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